miércoles, 7 de marzo de 2012

Escenas porteñas: intolerancia

Pequeños y grandes gestos de intolerancia. Están ahí, a toda hora y en todo lugar.

Alberto Montt, caricaturista chileno


Subte. Línea D. Un domingo al mediodía, llegando a Plaza Italia. Dos chiquitas de unos ocho o nueve años, con la ropa sucia, reparten tarjetas a los pasajeros. Antes de entregarlas, le ofrecen un beso a las mujeres, le intentan dar la mano a los adultos, o le amagan a chocar el puño a los chicos jóvenes. Un hombre ni siquiera les lleva el apunte. Otro sigue leyendo mientras la mano espera en el aire. Dos chicas muy rubias, extranjeras, niegan nerviosas con la cabeza y la alejan con el brazo. Y así uno y otro. Nadie acepta el saludo en todo el vagón. 

Más tarde, en la puerta de un Carrefour sobre Scalabrini Ortiz. "Mira que linda parejita la que pasa", le dice un muchacho que vende películas copiadas sobre la vereda a los familiares que lo acompañan. Son unos cinco, están sentados alrededor de las pelis y miran como dos chicos jóvenes que evidentemente son pareja se meten en el supermercado. Uno de los vendedores callejeros, que hasta ahora sólo se había reído, empieza a cantar en voz alta a Shakira: "Soy loca con mi tigre, loca, loca, loca".  

Adentro del supermercado, una mujer deja el carrito en la caja y sigue buscando y sumando productos al chango. Va y viene. A su hijo de cuatro años lo dejó parado ahí, en la caja. Entre idas y vueltas, se da cuenta que no lo ve, lo busca y no lo encuentra. Camina desesperada por los pasillos, se la nota angustiada. "Martín, Martín", lo llama, y se da cuenta que está ahí, en uno de los pasillos, a unos diez metros de donde lo había dejado. Va hasta él, lo caza de una oreja, le pega una cachetada en la cara y otra en la cola, y lo lleva agarrado fuerte del brazo hasta la caja. Martín llora.

lunes, 27 de junio de 2011

Escenas de un domingo que nadie olvidará jamás

Me tocó estar afuera del estadio. Un laburo para dar una mano a Deportes que me sacaba la posibilidad histórica de mirar el partido que ninguno de los que nos gusta el fútbol se quería perder, pero que me daba la posibilidad histórica de estar ahí, a la sombra del Monumental y verlo todo con mis propios ojos. 
Lo que pasó ya lo sabemos todos. Nada de crónicas. Con la camiseta de mi club guardada en el cajón desde hace un par de días ya, mi idea es simplemente compartir algunas escenas que presencié y que tal vez vuelva a recordar cuando le cuente a mis hijos o nietos cómo fue ese extraño día en que River descendió al Nacional B.


Olé.com.ar


El festejo equivocado

La mayoría estaban sin radio, y los rugidos que salían desde el Monumental los recibían con la única certeza que les daba la esperanza. 16 y 26 se escucha el gol. Y afuera, en la esquina de Figueroa Alcorta y Udaondo, lo cantan todos. Corren para todos lados, se abrazan, se arrodillan y agradecen. Hasta que un rumor, apenas un susurro, rasga el sueño con tres palabras: "Fue de Belgrano".  

Inconsolables
Ella. Unos catorce o quince años, el pelo largo y rubio, una campera blanca. Hecha un ovillo contra unos paneles de metal que resguardaban la Shell miraba el Monumental y no podía parar de llorar. Las piernas flacas se le agitaban como a una convulsa. La que parecía su hermana la abrazaba tratando de serenarla. Unos metros adelante, él. Unos treinta, camperón de River, jogging del club, acuclillado sobre la vereda se agarraba de una maceta para no desmoronarse. La cabeza caída, los ojos secando lágrimas. Otro hincha que pasaba, un desconocido para él, le acarició la cabeza rapada y siguió su marcha rumbo a Libertador.    

A la cámara apagada
Lloraba como un chico, como alguien que se encapricha en cambiar la realidad y no puede. El jean sucio, las zapatillas gastadas, no se veían los ojos cuando le hablaba a la cámara de Telefé, sólo unas arrugas en la comisura de los ojos. "Todo el año pagando y nos mandan a la B. Con lo que me cuesta pagar la entrada", repetía y nos miraba a los que estábamos ahí parados, como buscando una respuesta que lo consolara. El periodista le avisó que la cámara estaba apagada, que ya la iban a encender y que iba a poder decirle lo que quisiera. Pero él no escuchaba y repetía su lamento una y otra vez.

Provocaciones
Un grupo grande de hinchas prefirió evitar Undaondo donde el hidrante de la federal se la agarraba con todos los que tenía adelante, y se decidieron por la diagonal Betbeder. Caminaban tranquilos, desolados, pero tranquilos. Al pasar por la hilera de efectivos de la guardia de infantería que estaba apostado delante del vallado donde se ubicaban los micros de Belgrano, uno de ellos rompió filas y disparó al aire dos veces su escopeta con balas de goma como para que apurasen el paso. Algunos hinchas se dieron vuelta y los putearon con mucha bronca. Más de un efectivo se agarró las bolas y se rió.

La ira consumada
A las 18, Libertador parecía una calle de Kabul. A lo lejos, apenas iluminadas por las luces de la avenida, se veían columnas de humo, y sobre el pavimento piedras, ladrillos por todos lados. En el segundo carril, mano hacia el centro, una camioneta utilitaria de Carrefour estaba, literalmente, dada vuelta. ¿El porqué? Cuando cruzaban un grupo de hinchas, arrancó como para escapar de la turba y se llevó puesta a uno. El único rastro que se podía percibir del chofer era un mate cebado, con la bombilla adentro, sobre el asiento del acompañante. La utilitaria estaba destrozada: los vidrios estallados, la carrocería abollada, y hasta el capot levantado con los cables arrancados.




*Acá los links de  crónica y colaboración de este fin de semana en La Nacion. 









lunes, 20 de junio de 2011

El humor en tiempos de Periplo

Como cada bimestre, Periplo volvió a navegar por las redes. Esta vez para reflexionar sobre el humor. En Cine en Rama, hacemos lo nuestro Stephanie Simonetta y yo. Ella con un artículo inteligente con algunos hallazgos desopilantes sobre El nombre de la rosa y las mordazas a la risa en el Medioevo. Lo ilustra Julieta Piaggio, que dejó algunas otras de sus creativas ilustraciones por el resto de la revista. Lo mío fue un homenaje al gran Chaplin a partir de una de sus grandes películas Tiempos modernos, y tejiendo paralelismos con Las uvas de la ira, esa novela que llevó a John Steinbeck a ganar el Premio Nobel. Lo acompaña una gran ilustración de Mar Ample.
Así que basta de cháchara, y disfruten de este número.



Si quieren leer números anteriores métanse acá.


miércoles, 25 de mayo de 2011

Le quattro volte: dejarse llevar por los sentidos

Nota previa: las dos últimas películas que fui a ver al cine son la tailandesa y gandora de la Palma de Oro en Cannes El hombre que podía recordar sus vidas pasadas y ésta, la italiana Le quattro volte. Y si bien son películas diferentes, que hablan sobre cosas diferentes, la forma narrativa no lineal y su hermetismo (aunque sea prima facie) al menos me sirven para hacer una contraposición en este blog. Por eso antes de leer este post recomiendo leer Cine que no te entiendo, una crítica de Lucas Bertellotti sobre la tailandesa donde me sentí absolutamente reflejado como espectador.


Las circunstancias fueron similares: el cine Arteplex de Belgrano, un lunes a la noche, y un público que podía contarse con los dedos de las dos manos. La primera contraposición, 100% fáctica: en la tailandesa la mitad del público se levantó y se fue; con la italiana, los seis que estábamos en el cine no nos movimos de nuestros lugares hasta que terminaran de caer todos los créditos. Hasta acá, al menos la estadística nos juega a favor.
Antes de ir a ver una película al cine, por más que uno pueda intuir algo de lo que va a encontrar en la pantalla, trato de no leer nada. Ni sinopsis, y menos una crítica. Me conformo con meterme en IMDB o en Cines argentinos y ver qué puntajes le dieron acá y afuera. Que la película sorprenda nomás.
Así lo hizo Le quattro volte, que cuando todo indicaba que íbamos a presenciar la historia de  un anciano pastor de cabras que luchaba contra una neumonía mientras paseaba su rebaño desde las calles de un pueblito medieval de Calabria hacia el corazón de los montes, caímos en la cuenta que ese era tan sólo uno de los cuatro ciclos que se narrarían.
Porque, justamente, la película habla de eso: de los ciclos. El de la vida de los seres humanos, los animales, los vegetales y los minerales. De cómo la causalidad juega un rol preponderante en el devenir de las cosas, de cómo una cosa lleva a la otra, de cómo estamos interconectados con la naturaleza, de cómo, en algún punto, todos formamos parte del universo.

Le quattro volte de Michelangelo Frammartino

Si esta es una interpretación o lo que realmente cuenta la película tampoco importante tanto. ¿Por qué? Porque es un film que se puede percibir con todos los sentidos sin necesidad de interpretaciones. Las imágenes son tan hermosas y sugestivas que hablan por sí solas. Si uno se deja llevar puede conectarse con una atmósfera de armonía y paz. ¿Quién hubiera imaginado que ver cómo interactúan unos cabritos dentro de un galpón mientras no están las cabras adultas pudiera resultar tan divertido como bello? ¿O que la primera salida al monte de uno de esos cabritos junto a los adultos, y que no les pudiera seguir el paso y se perdiera en medio del monte, resultara la poderosa imagen del paso de la niñez a la adultez reflejado por la misma naturaleza? Y que frente al frío, se acovachara en un altísimo pino que luego sería cortado por los hombres del pueblo para un ritual pagano, y que el pino... no, no voy a contarles más. Prefiero que se dejen llevar ustedes mismos.
En la película no hay diálogo ni música, tan sólo el sonido ambiente. La cámara se aleja o se acerca según las necesidades narrativas. Es un espectador pasivo que se va enfoncando en distintas historias: la del anciano, la de un perro, la del rebaño, la de un árbol. Y que nos hace reír, emocionar, reflexionar.

¿Y por qué la contrasto con El hombre que podía recordar sus vidas pasadas? Quizá porque en el mundo del cine hay una idea generalizada de que a quien no le gustan este tipo de películas es por falta de amplitud de criterio, o de sensibilidad, o de necesitar, como bien dice Fernando López en su crítica de Le quattro volte, "un cine que nos lleva de la mano y nos entrega todo procesado como a criaturas incapaces de valerse por sí mismas".

El hombre que podía... de Apichatpong Weerasethakue 

Y no es así. Por lo menos en lo que a mí respecta, El hombre que podía recordar sus vidas pasadas no me gustó no porque no la entendí, sino porque hubo pasajes que me aburrieron, porque el hombre mono me parecía salido de una peli de terror clase B, porque hubo imágenes que me resultaron incoherentes (salvo que fuera una peli surrealista y nunca me haya dado cuenta), porque me la imaginé como el intento de llevar una película animada de Mishazaki a la televisión, eso sí con poco presupuesto y de manera liviana. 
En fin, podría seguir enumerando cosas que me gustaron en una y en otra no. Que podrán ser refutables, pero que quieren transmitir cómo dos películas poco accesibles pueden generar sentimientos tan disímiles. Al menos, para los que fuimos a verlas y compartimos esta visión.


sábado, 30 de abril de 2011

Se nos fue Sabato... y estoy triste

Desayuno de sábado: pomelo, café, tostadas y hasta huevos revueltos con mermelada de ciruela. La tele prendida en canal 26. Un notero compartía un almuerzo con unos rugbiers que pedían la solidaridad de la gente para una donación pulmonar para el presidente de su club.
Y una placa negra: la figura de Ernesto Sabato y debajo 1911-2011.
No reaccioné, simplemente se lo comenté a Juli.


Cambié de canal y los vecinos de Santos Lugares ya se acercaban al club de barrio donde iba a ser su velorio. Y sin darme cuenta me puse a llorar. No entendía por qué, escondía mis lágrimas y miraba para abajo. Pero no lo podía controlar. Siempre pensé que cuando una persona lloraba por un artista o una estrella de cine que nunca había conocido personalmente tenía algo de exagerado, de ficción, de hacerse el triste.
Me pregunté el porqué otra vez y empecé a darme cuenta. Sus libros me habían marcado la vida, especialmente Sobre héroes y tumbas. Y no tuve dudas que sí conocía a esa persona que había muerto esta madrugada. Tal vez no personalmente, ni siquiera mientras firmaba un libro en la Feria o caminaba por la calle o en alguna conferencia. Conocía lo que había escrito, y especialmente para un tipo como Sabato, era conocerlo a él. Su ficción siempre rayó lo autobiográfico y ahí estaba él, sufrido, sensible, auto destructivo, misterioso, complicado, iluso, valiente, verborrágico, soberbio, débil, brillante, torpe, incomprensible, miedoso, depresivo, auténtico, porteño, platense, argentino, europeo, científico, comunista, crítico y criticado.

Desde ese túnel 
Como a muchos le habrá pasado, fue una profesora del secundario la que me hizo leerlo por primera vez. 
Del libro no me acuerdo mucho más que una casa enorme, un pintor obsesivo y obsesionado, un amor imposible, y Buenos Aires. Siempre Buenos Aires. Y eso de que había un túnel oscuro y solitario, el de cada uno.
Después fue una plaza. Alguien con quien en aquel tiempo compartía las tardes. Escuché atentamente el pasaje que leyó: una playa en Miramar, solitaria, vacía, y una chica que se llamaba Alejandra. 
Años más tarde lo leí. Y descubrí que existía una Buenos Aires bajo tierra. Que los ciegos que vendían ballenitas en el subte se manejaban como una logia. Que los anarquistas habían pululado por las arcadas del bajo diseminando sus ideas. Que el cuerpo del general Lavalle había viajado kilómetros por el norte de la Argentina mientras su carne se pudría. Que detrás de la Iglesia Redonda había una puerta donde estaba el acceso a la Buenos Aires subterránea.
Que nuestras calles eran misteriosas, que detrás de cada banco de plaza, de cada persona, de cada café, había una historia, y que dependía de cada uno que fuera contada o no. 
Los textos podían ser largos y complicados, pero a mí me resultaban fascinantes. Recuerdo que lo terminé de leer sentado en el escritorio del cuarto de la casa de mis padres. Que la edición del 70 de Sudamericana que me había dejado mi madre estaba mezclada entre los libros de derecho. Que debía dar una exámen, pero volvía a levantar el libro del suelo para releer pasajes. Y que más tarde le contaba en algún café a Fede Pera que cuando terminé de leer ese libro quería juntarme con Sabato para preguntarle mil cosas sobre el libro.
Y él me decía que era tan simple como irse hasta Santos Lugares y tocarle el timbre. Nunca lo hicimos.

Foto: Julita
Esos cuentos
No sólo lo leí, también seguí sus consejos en materia de lectura. Apenas salieron Cuentos que me apasionaron I y II, los compré y los devoré. Ahí conocí un cuento de  apenas dos páginas de Franz Kafka que no conocía. Se llamaba Ante la Ley. Más tarde me enteraría que era simplemente una historia dentro de El proceso. Lo leí volviendo en una combi de Lomas de Zamora. Había ido a ver expedientes, pero apenas lo terminé saqué unas hojas y borroneé lo que sería mi primer cuento en serio. Y me hizo conocer a Jack London, a Gogol, a Katherine Mansfield. Y me dio orgullo que su cuento favorito de Poe fuera el mismo que el mío: La máscara de la muerte roja.
Y después de mucho tiempo me animé a leer Abaddón el exterminador. Recién el año pasado. Y fue la aproximación a un Sabato excesivamente al descubierto, descarnado, sin defensa, en estado de exposición absoluta. Donde hubo pasajes infinitos, laberínticos, innecesarios, pero donde debajo se podía ver a Sabato otra vez, con sus personajes de carne y hueso, atribulados, sufridos, suicidas. Y los cafés y las discusiones teóricas que en muchos pasajes se me iban de las manos, y esas calles de Europa cuando él era científico, con la muerte acechando detrás de cualquier puerta, en los ojos de cualquier persona. El relato de un paranoico, de un hombre que hacía catarsis, que vomitaba los hechos más oscuros y terribles que sufría este país. Delen, aumenten el voltaje. Le dieron en las ingles, en las axilas, en las plantas de los pies. Su cuerpo se sacudía salvajemente... Sentía que le arrancaban la carne con tenazas candentes. De pronto empezó a ver todo blanco y el corazón golpeaba sobre su pecho como alguien a golpes de puño, sobre una puerta, encerrado en un cuarto con perros rabiosos que lo destrozan. Eso a Palito. Y a la santiagueña, a Esthercita la agarraron entre muchos. Y ésto lo contó en 1974 cuando muchos de los que hoy se rasgan las vestiduras estaban bien calladitos.
Y él se mete como personaje, habla de su anterior novela, y se pierde entre las palabras.
La última charla que tuve sobre este libro fue con Joaquín Bilbao. Y nos fuimos a Sobre héroes y tumbas. El lo criticaba, y yo comprendiendo sus argumentos, lo defendía desde mi subjetividad. Le decía lo mismo que les digo ahora a ustedes, que a mí me marcó. Y cuando un texto te marca, no hay nada qué hacer. Y charlamos casi una hora, y nos arrepentimos de no haberlo grabado. Hubiéramos jugado a vivir lo que hizo Orlando Barone cuando grabó las conversaciones de Borges y Sabato. A creer que discutíamos algo que valía la pena, aunque nunca a nadie le interesara siquiera hojear nuestra discusión sobre este libro de Sabato.
Y a fin del año pasado se lo regalé a Juli, y se que tarde o temprano le va a dar una oportunidad, y lo voy a volver  a discutir, y me voy a acordar de Martín sentado en el Parque Lezama, y del mirador de la casona de Barracas.
Y no tengo mucho más que decir. Tal vez que este escritor era más parte de mi vida de lo que yo pensaba. Y que mi inconsciente lo sabía.
Y que simplemente agradezco su obra, su autenticidad y por ser haber sido una persona sin caretas. Que se la jugó por su obra, valiente, sincero, triste, eterno.   


domingo, 27 de febrero de 2011

Otra previa de los Oscar

Esta noche se vienen los Oscar. Y si bien sabemos que es un gran circo con miles de intereses en juego, hay que reconocer que es un circo muy divertido. Y para disfrutarlo aún más, Anecdotario colectivo (AC) alcanzó a ver -con la lengua afuera, como no podía ser de otra manera- las diez candidatas a mejor película.
Así que pasen y vean: se van a encontrar con algunos pronósticos y apuntes sobre las ternas más importantes que, como siempre, pueden debatir, refutar o compartir. Ojo que hay spoilers por todos lados.


The Social Network, mi gran candidata


Mejor Película
El cisne negro (Black Swan)
El ganador (The Fighter)
El origen (Inception)
Mi familia (The Kids Are All Right)
El discurso del rey (The King’s Speech)
Red social (The Social Network)
Temple de acero (True Grit)
Lazos de sangre (Winter’s Bone)

Para AC la ganadora es... ¡Red social!

¿Por qué?
Ante todo, y ese es el plus que la pone por encima de todas, es una película que marca una época. No sólo por contar la historia -tomándose algunas licencias- del tipo cuya página de internet desbancó a Google, sino porque lo hizo de una manera acorde con lo que pedía la película, y este nuevo milenio: una fuerza centrípeda de escenas rápidas, diálogos inteligentes y música resonante que forma un círculo que no libera nunca al espectador hasta ese final que remite al Ciudadano Kane. Un círculo de incesantes clicks que encierra hasta al propio creador de Facebook, Mark Zuckerberg. Que Eisenberg es el actor ideal para ese personaje de geek competitivo con una sensibilidad reprimida por los bytes, no hay duda. Que Justin Timberlake hace su mejor aparición en la pantalla grande, tampoco. Y menos, que Fincher está de vuelta con una gran película.

¿Y por qué no...?
El discurso del rey es la otra gran película de esta entrega de Oscar por muchos motivos: el guión, las actuaciones, la ambientación, el vestuario. A su vez, es una historia que merece lecturas diferentes como puede ser la histórica -la intimidad de la familia real británica en contraste con la Alemania nazi y la Unión Soviética, los momentos previos a la WWII, un Winston Churchill muy bien caracterizado- y la psicológica por otro lado, que termina siendo el lei motiv de la trama. ¿Por qué no supera a Red Social entonces? Porque creo que esta última ha cumplido con la difícil tarea de reflexionar sobre un fenómeno global casi en simultáneo, sin la ventaja reflexiva que dan los eventos de un pasado más remoto.

Toy Story 3 es otra película excelente que se da el lujo de cuestionar los totalitarismos a través de juguetes animados. Y no es menor el dato de que en una saga que alcanza la trilogía, ésta última sea la mejor de todas. Eso habla bien no sólo de las anteriores, sino del trabajo que se tuvo que hacer en la construcción de los personajes para luego entrelazarlos en una historia. Pero bueno, por más fanático que sea de las películas animadas, debo reconocer que indefectiblemente quedará por debajo de una que sea tan buena como ella pero con personajes de carne y hueso. El cine todavíe mantiene su conservadurismo.

El cisne negro puede que haya quedado tan arriba en esta terna por mi debilidad por su director, Darren Aronofsky. Los críticos hablaron una y otra vez de que eso de poner la lupa en el mundo de la danza ya se había hecho en Las zapatillas rojas, una peli de 1948 que aún no pude ver. A mí me gustó mucho, especialmente la actuación de Natalie Portman, su relación enfermiza con su madre, su relación con el director de la compañía de baile (muy bien por Vincent Cassel en ese papel), y ese misterio a veces pertubador que Darren le suele dar a sus obras.

El ganador es una muy buena película, aunque más modesta en su construcción, y más aún en la originalidad de la temática que trata. Pero no es una peli de boxeo más, de ninguna manera. Lo que la distingue de otras similares es lo que rodea al boxeador, porque si bien son drogas y un ambiente sórdido, esa familia no es algo que se vea todos los días. Y más lo bien logrado de los personajes. Bien por haber encontrado esta buena historia verídica y contarla en la pantalla grande.

127 horas genera lo mismo que su director: constantes debates internos sobre si gusta o no gusta. Porque Trainspotting sin dudas es fascinante, pero Slumdog Millionaire me resultó una paparruchada. ¿Y en esta qué Danny Boyle filma? A mí, sinceramente me gustó, pero entiendo que a muchos otros le haya parecido más cercana a la que fue ganadora del Oscar. Porque al contar la historia de Aaron Ralston, este muchacho que queda atrapado varios días con un brazo enganchado bajo una roca cerca del Gran Cañón del Colorado, el batallón de recursos técnicos que usa Boyle los entiendo como justamente ideales para sacarle dramatismo barato y darle una mirada más esperanzadora, más basada en esa personalidad súper sporty y positiva del protagonista.

Mi familia tiene, al igual que Red Social, la fuerza de meterse en un tema actual: una pareja de lesbianas y los conflictos en la crianza de sus dos hijos. En algún que otro lado la acusaron de machista -sobre todo por lo que gira alrededor de Mark Ruffalo- y de hollywoodense. Pero más allá de eso creo que es una muy buena película que le muestra al mundo lo que es la convivencia cuando papá y mamá tienen el mismo sexo: otra familia más, con muchos de los mismos problemas que tiene cualquier familia convencional.

El origen me pareció una película entretenida. Y no mucho más. Grandilocuente gracias a los muy buenos efectos especiales, que remite demasiado a Matrix, pero sin llegarle ni a los tobillos. 

Lazos de sangre es una interesante propuesta independiente, pero que en el fondo se descubre una trama demasiado simple. Pasa que los personajes montañeses, y la estética lúgubre que se busca le dan un poco de carne, y uno se deja llevar. 

Temple de acero me lleva a preguntarme lo siguiente. ¿Acaso hay alguna pauta que obliga a que todos los años haya una peli de los Coen en los Oscar? Porque la verdad que me pareció una peli floja, que además de... bueno iba a decir que era una remake pero los Coen se ocuparon de aclarar que no es la remake de John Ford sino que esta se basa en la novela que dio origen a aquella película y... eso, que no me gustó.


Mejor Dirección
Darren Aronofsky por El cisne negro
David O. Russell por El ganador
Tom Hooper por El discurso del rey
David Fincher por Red social
Joel Coen y Ethan Coen por Temple de acero

Para AC el ganador es... David Fincher

¿Por qué?
Por los mismos motivos que expuse arriba en lo que respecta a cómo se hizo la película, la música que se eligió, el montaje. En definitiva, todo eso.
  

Mejor Actor
Javier Bardem por Biutiful
Jeff Bridges por Temple de acero
Jesse Eisenberg por Red social
Colin Firth por El discurso del rey
James Franco por 127 horas

Para AC el ganador es... Colin Firth

El porqué y algunos apuntes:
Antes que todo debo decir que no se cómo estuvo Bardem en Biutiful, porque no la vi.
De los otros, creo que el protagonista de El discurso del rey tuvo el papel más difícil, el de encarnar un rey con tremendos conflictos internos, su tartamudeo, su angustia. Ante el primer discurso de la película, uno ya se pone nervioso. Su personaje genera empatía desde el primer momento. Lo de Mr. Darcy -como se llamaba su personaje en Brigitte Jones- fue notable.
A destacar lo de James Franco, que se la bancó solito toda la película en el medio del desierto y que logró una caracterización donde casi no se lo reconoce.
A Eisenberg se lo acusó de haber encarnado en la peli de Facebook otra vez el papel que hace siempre: el del simpático adolescente sensible y perdedor. De lo cual estoy de acuerdo sólo en parte: se parecen sí, pero este de simpático y perdedor mucho no tiene. 
A Jeff Bridges lo banco a muerte, pero el personaje de sheriff forajido que hace para los Coen es tan borracho, tierno y desalineado como el músico de country que ganó el Oscar con Loco Corazón el año pasado.


Mejor Actor de Reparto
Christian Bale por El ganador
John Hawkes por Lazos de sangre
Jeremy Renner por The Town
Mark Ruffalo por Mi familia
Geoffrey Rush por El discurso del rey

Para AC el ganador es... Christian Bale

El porqué y algunos apuntes
Aplausos y más aplausos para el último Batman que la rompió como el hermano ex boxeador y adicto al crack de Mark Wahlberg. Está irreconocible así flaco, pelado y consumido.
No puedo dejar de mencionar al gran Geoffrey Rush por su destacado papel en El discurso..., y que tanto me hizo acordar al Peter Sellers de Desde el jardín (Being there). Bueno, es verdad que Rush interpretó a Sellers en la película sobre su vida unos años atrás.


Mejor Actriz
Annette Bening por Mi familia
Nicole Kidman por Rabbit Hole
Jennifer Lawrence por Lazos de sangre
Natalie Portman por El cisne negro
Michelle Williams por Blue Valentine

Para AC la ganadora es... Natalie Portman

El porqué y algunos apuntes:
Acá también primó una cuestión personal para ganarle a Anette Bening. Natalie me parece una de las mejores actrices de Hollywood. Puede hacer lo que quiera. Y el personaje de El cisne negro, esa muñeca reprimida, obsesiva y talentosa que es devorada por su lado oscuro está muy bien logrado. Bien por Natalie que le puso pilas al aprendizaje del ballet, y que de paso se enganchó con un compañerito de trabajo.
No quiero dejar de mencionar la buena actuación de Anette Bening como la madre que se pone los pantalones en la pareja de Mi familia: en la escena de la comida en lo de Ruffalo donde se entera que le meten los cuernos, demuestra que es una gran actriz. 


Mejor Actriz de Reparto
Amy Adams por El ganador
Helena Bonham Carter por El discurso del rey
Melissa Leo por El ganador
Hailee Steinfeld por Temple de acero
Jacki Weaver por Animal Kingdom

Para AC la ganadora es... Melissa Leo

Algunos apuntes:
No crea que haya habido una que se haya destacado mucho por sobre las otras. Dentro de eso, creo que la mamá de los hermanos boxeadores en El ganador logra un personaje muy particular, que genera asfixia y bronca desde afuera de la pantalla incluso.
Muchos destacan lo de la esposa de Tim Burton, Helena Bonham, en El discurso... pero sea la peli que sea no me la puedo dejar de imaginar sin un vestido negro, una calavera dando vueltas por ahí y una calabaza de Halloween en el suelo.  Y lo de la niña/adolescente de Temple de acero me resultó no sólo inverosímil, sino hasta por momentos irritante. Me hizo acordar un poco al papel que hizo Natalie Portman muchos atrás cuando acompañó a Jean Reno en El perfecto asesino.


Mejor Película de Animación
How to Train Your Dragon
El ilusionista
Toy Story 3

Y para Ac el ganador es... Toy Story 3


Mejor Música Original
How to Train Your Dragon, John Powell
El origen, Hans Zimmer
El discurso del rey, Alexandre Desplat
127 Hours, A.R. Rahman
Red social, Trent Reznor y Atticus Ross

Y para AC el ganador es... Red Social

¿Por qué?
Lo de Trent Reznor, líder de la banda de rock industrial Nine Inch Nails, es excelente. Ese tipo es muy muy bueno.


Mejor Guión Adaptado
127 Hours (Danny Boyle & Simon Beaufoy)
Red social (Aaron Sorkin)
Toy Story 3 (Michael Arndt)
Temple de acero (Joel Coen & Ethan Coen)
Lazos de sangre (Debra Granik & Anne Rosellini)

Y para AC el ganador es... Toy Story 3


Mejor Guión Original
Another Year (Mike Leigh)
El ganador (Scott Silver y Paul Tamasy & Eric Johnson)
El origen (Christopher Nolan)
Mi familia (Lisa Cholodenko & Stuart Blumberg)
El discurso del rey (David Seidler)

Y para AC el ganador es... El discurso del rey










miércoles, 23 de febrero de 2011

Storytelling, algo más que contar historias

¿Qué mejor que la vuelta del blog con la presentación de un nuevo número de Periplo?
Esta nueva tirada digital de la revista invita a reflexionar sobre la ficción. Porque sí, de una manera u otra todos la consumimos ya sea en novelas, cuentos, películas y vaya a saber qué formato más. Pero, ¿acaso nos sentamos a pensar qué está detrás de la ficción? ¿Y para qué diablos la consumimos? ¿Y por qué será que trasciende el tiempo y los envases? ¿Y a dónde es que nos lleva cada vez que nos escapamos con ella? Habrá muchas más preguntas, pero también muchas más respuestas. 
Desde el blog sólo les dejaré probar un poco de lo que fue mi aporte. Yo me metí con el director estadounidense Todd Solondz, su ácida manera de mirar el mundo cotidiano, y su profunda reflexión sobre la realidad y la ficción en esa controvertida película que es Storytelling. Y un gracias a Julieta por las imágenes acá abajo una de ellas, que de paso vale la pena decir que cada vez están mejores. Y por supuesto, a todos los que con esfuerzo, talento y buena onda hacen Periplo.




Vi, una joven estudiante de literatura, plasma en un cuento su experiencia con un profesor universitario, ganador del Pulitzer, que la somete sexualmente mientras le exige que lo llame negro en forma despectiva.
Un mediocre documentalista revela la tragedia cotidiana que vive Scooby, un adolescente que sueña con ser famoso, en la puja con sus padres por no ir a la universidad.
Estos dos relatos conforman la controvertida y censurada Storytelling (2001), cuarta película del estadounidense Todd Solondz en la que propone al espectador la chance de reflexionar sobre la ficción. ¿Sirve la ficción para denunciar las miserias de la realidad? ¿Está preparado ese espectador para  ahondar en esa realidad ficcionada y que ésta no resulte un mero ejercicio pasajero? ¿Puede la ficción cambiar la realidad?
En su empeño por mostrar parte de la realidad a través de la ficción, Solondz no tiene compasión con nadie; ni con el espectador ni con sus propios personajes...