viernes, 29 de enero de 2010

De escritores y legados


Bueno, como muchos sabrán, ha muerto Salinger.
Respecto a eso, no voy a hacer nada más que recomendar otra vez la lectura de un artículo que escribió Juan Ignacio Boido en enero del año pasado: "Homenajes: Salinger cumple 90 años" Creo que ese es el mejor homenaje.
De mi parte, agregaré unas líneas que de él escribió Capote en su obra inconclusa Plegarias Atendidas.

-¿Te acuerdas de lo de Salinger? -dijo Mrs. Matthau.
-¿Salinger?
-"Un día perfecto para el pez plátano". Ese Salinger.
-Franny y Zooey.
-Eso. ¿No te acuerdas de él?
Mrs. Cooper reflexionó, hizo pucheros. No, no se acordaba.
-Fue mientras aún estábamos en Brearley -dijo Mrs. Matthau-. Antes de que Oona conociese a Orson. Oona tenía un novio mentiroso, un chico judío con una madre en Park Avenue, Jerry Salinger. Quería ser escritor, y le escribió a Oona cartas de diez páginas mientras estuvo en el ejército, en ultramar. Eran una especie de cartas de amor, muy tiernas, tiernísimas. Lo cual es demasiada ternura. Oona solía leérmelas y cuando me preguntó qué pensaba, le dije que a mí me parecía que debía de ser un chico que lloraba con mucha facilidad. Pero lo que quería saber era si yo pensaba que era alguien brillante y con talento, o nada más que un imbécil. Y yo dije que las dos cosas, ese chico es las dos cosas, y unos años más tarde, cuando leí El guardián entre el centeno y me enteré de que el autor era el Jerry de Oona, seguí manteniendo la misma opinión.

Mientras tanto, aprovecho la ocasión para dejar unas líneas de algo que legó Roberto Arlt en el prólogo a Los Lanzallamas -segunda parte de Los Siete Locos- que habla de la escritura, del "tener algo que decir", y por qué no, de la misma pasión que debió haber tenido Salinger para escribir semejantes libros.

"Estoy contento de haber tenido la voluntad de trabajar, en condiciones bastante desfavorables, para dar fin a una obra que exigía soledad y recogimiento. Escribí siempre en redacciones estrepitosas, acosado por la obligación de la columna cotidiana".

"Digo esto para estimular a los principiantes en la vocación, a quienes siempre les interesa el procedimiento técnico del novelista. Cuando se tiene algo que decir, se escribe en cualquier parte. Sobre una bobina de papel o en un cuarto infernal. Dios o el Diablo están junto a uno dictándole inefables palabras".

Y esas inefables palabras, al misterioso Salinger le fueron dictadas. Y de qué manera.
Hasta siempre, Holden, Franny, Seymour, Zooey, Phoebe... Hasta siempre J.D.


4 comentarios:

Julie dijo...

Donde se haya ido, alguien le estará contestando donde van los patos del Central Park en invierno y cuál es el sonido de una sola mano aplaudiendo. Acá, seguimos disfrutando de la intriga que nos dejó.
Q.E.P.D.

Muy bueno lo de Arlt!
(Esperamos lo de Capote eh!)

Fer Massa dijo...

Me puso la piel de gallina tu comentario. No te jodo. ¡Gracias! :)

Joaquín Bilbao dijo...

Unas palabras de su amiga Lilian Ross.

¡Saludos!

Fer Massa dijo...

Gran aporte, Joaco. Es increíble ver que la gente que lo conocía no repite la misma historia que sale por todos lados, sino que torna de carne y hueso algo mitificado.
Y en estos días te llamo, así nos vemos de una vez por todas, jeje.
Abrazo grande.