sábado, 30 de abril de 2011

Se nos fue Sabato... y estoy triste

Desayuno de sábado: pomelo, café, tostadas y hasta huevos revueltos con mermelada de ciruela. La tele prendida en canal 26. Un notero compartía un almuerzo con unos rugbiers que pedían la solidaridad de la gente para una donación pulmonar para el presidente de su club.
Y una placa negra: la figura de Ernesto Sabato y debajo 1911-2011.
No reaccioné, simplemente se lo comenté a Juli.


Cambié de canal y los vecinos de Santos Lugares ya se acercaban al club de barrio donde iba a ser su velorio. Y sin darme cuenta me puse a llorar. No entendía por qué, escondía mis lágrimas y miraba para abajo. Pero no lo podía controlar. Siempre pensé que cuando una persona lloraba por un artista o una estrella de cine que nunca había conocido personalmente tenía algo de exagerado, de ficción, de hacerse el triste.
Me pregunté el porqué otra vez y empecé a darme cuenta. Sus libros me habían marcado la vida, especialmente Sobre héroes y tumbas. Y no tuve dudas que sí conocía a esa persona que había muerto esta madrugada. Tal vez no personalmente, ni siquiera mientras firmaba un libro en la Feria o caminaba por la calle o en alguna conferencia. Conocía lo que había escrito, y especialmente para un tipo como Sabato, era conocerlo a él. Su ficción siempre rayó lo autobiográfico y ahí estaba él, sufrido, sensible, auto destructivo, misterioso, complicado, iluso, valiente, verborrágico, soberbio, débil, brillante, torpe, incomprensible, miedoso, depresivo, auténtico, porteño, platense, argentino, europeo, científico, comunista, crítico y criticado.

Desde ese túnel 
Como a muchos le habrá pasado, fue una profesora del secundario la que me hizo leerlo por primera vez. 
Del libro no me acuerdo mucho más que una casa enorme, un pintor obsesivo y obsesionado, un amor imposible, y Buenos Aires. Siempre Buenos Aires. Y eso de que había un túnel oscuro y solitario, el de cada uno.
Después fue una plaza. Alguien con quien en aquel tiempo compartía las tardes. Escuché atentamente el pasaje que leyó: una playa en Miramar, solitaria, vacía, y una chica que se llamaba Alejandra. 
Años más tarde lo leí. Y descubrí que existía una Buenos Aires bajo tierra. Que los ciegos que vendían ballenitas en el subte se manejaban como una logia. Que los anarquistas habían pululado por las arcadas del bajo diseminando sus ideas. Que el cuerpo del general Lavalle había viajado kilómetros por el norte de la Argentina mientras su carne se pudría. Que detrás de la Iglesia Redonda había una puerta donde estaba el acceso a la Buenos Aires subterránea.
Que nuestras calles eran misteriosas, que detrás de cada banco de plaza, de cada persona, de cada café, había una historia, y que dependía de cada uno que fuera contada o no. 
Los textos podían ser largos y complicados, pero a mí me resultaban fascinantes. Recuerdo que lo terminé de leer sentado en el escritorio del cuarto de la casa de mis padres. Que la edición del 70 de Sudamericana que me había dejado mi madre estaba mezclada entre los libros de derecho. Que debía dar una exámen, pero volvía a levantar el libro del suelo para releer pasajes. Y que más tarde le contaba en algún café a Fede Pera que cuando terminé de leer ese libro quería juntarme con Sabato para preguntarle mil cosas sobre el libro.
Y él me decía que era tan simple como irse hasta Santos Lugares y tocarle el timbre. Nunca lo hicimos.

Foto: Julita
Esos cuentos
No sólo lo leí, también seguí sus consejos en materia de lectura. Apenas salieron Cuentos que me apasionaron I y II, los compré y los devoré. Ahí conocí un cuento de  apenas dos páginas de Franz Kafka que no conocía. Se llamaba Ante la Ley. Más tarde me enteraría que era simplemente una historia dentro de El proceso. Lo leí volviendo en una combi de Lomas de Zamora. Había ido a ver expedientes, pero apenas lo terminé saqué unas hojas y borroneé lo que sería mi primer cuento en serio. Y me hizo conocer a Jack London, a Gogol, a Katherine Mansfield. Y me dio orgullo que su cuento favorito de Poe fuera el mismo que el mío: La máscara de la muerte roja.
Y después de mucho tiempo me animé a leer Abaddón el exterminador. Recién el año pasado. Y fue la aproximación a un Sabato excesivamente al descubierto, descarnado, sin defensa, en estado de exposición absoluta. Donde hubo pasajes infinitos, laberínticos, innecesarios, pero donde debajo se podía ver a Sabato otra vez, con sus personajes de carne y hueso, atribulados, sufridos, suicidas. Y los cafés y las discusiones teóricas que en muchos pasajes se me iban de las manos, y esas calles de Europa cuando él era científico, con la muerte acechando detrás de cualquier puerta, en los ojos de cualquier persona. El relato de un paranoico, de un hombre que hacía catarsis, que vomitaba los hechos más oscuros y terribles que sufría este país. Delen, aumenten el voltaje. Le dieron en las ingles, en las axilas, en las plantas de los pies. Su cuerpo se sacudía salvajemente... Sentía que le arrancaban la carne con tenazas candentes. De pronto empezó a ver todo blanco y el corazón golpeaba sobre su pecho como alguien a golpes de puño, sobre una puerta, encerrado en un cuarto con perros rabiosos que lo destrozan. Eso a Palito. Y a la santiagueña, a Esthercita la agarraron entre muchos. Y ésto lo contó en 1974 cuando muchos de los que hoy se rasgan las vestiduras estaban bien calladitos.
Y él se mete como personaje, habla de su anterior novela, y se pierde entre las palabras.
La última charla que tuve sobre este libro fue con Joaquín Bilbao. Y nos fuimos a Sobre héroes y tumbas. El lo criticaba, y yo comprendiendo sus argumentos, lo defendía desde mi subjetividad. Le decía lo mismo que les digo ahora a ustedes, que a mí me marcó. Y cuando un texto te marca, no hay nada qué hacer. Y charlamos casi una hora, y nos arrepentimos de no haberlo grabado. Hubiéramos jugado a vivir lo que hizo Orlando Barone cuando grabó las conversaciones de Borges y Sabato. A creer que discutíamos algo que valía la pena, aunque nunca a nadie le interesara siquiera hojear nuestra discusión sobre este libro de Sabato.
Y a fin del año pasado se lo regalé a Juli, y se que tarde o temprano le va a dar una oportunidad, y lo voy a volver  a discutir, y me voy a acordar de Martín sentado en el Parque Lezama, y del mirador de la casona de Barracas.
Y no tengo mucho más que decir. Tal vez que este escritor era más parte de mi vida de lo que yo pensaba. Y que mi inconsciente lo sabía.
Y que simplemente agradezco su obra, su autenticidad y por ser haber sido una persona sin caretas. Que se la jugó por su obra, valiente, sincero, triste, eterno.   


7 comentarios:

Lucas Bertellotti dijo...

Muy buen texto, Massa. Coincido en que, a veces, al conocer la obra de un escritor, conocemos parte de él, de su vida. Creo que deberíamos animarnos a tocar los timbres de los autores que nos fascinan. Total...no hay nada para perder...

Joaquín Bilbao dijo...

Dejo la cita de uno de los tantos párrafos que subrayé de Sobre héroes y tumbas:

"Detesto esa universal comedia de los sentimientos ho¬norables. Sistema de convenciones que se manifiesta, cuán¬do no, en el lenguaje: supremo falsificador de la Verdad con V mayúscula. Convenciones que al sustantivo “viejito” ine¬vitablemente anteponen el objetivo “pobre”; como si todos no supiéramos que un sinvergüenza que envejece no por eso deja de ser sinvergüenza, sino que, por el contrario, agudiza sus malos sentimientos con el egoísmo y el rencor que ad¬quiere o incrementa con las canas".

Sábato, más allá de las valoraciones que unos y otros hagan de su obra, ya es una de las referencias de la literatura argentina. Algo sobre lo que vale la pena hablar, discutir, escribir. No me parece poco.

Recuerdo nuestra conversación y sigo lamentando no haberla grabado. Mucho más después de leer tu entrañable relato.

Julie dijo...

Bitter sweet breakfast el de ayer.
Yo leí "El túnel" y es verdad que no me enganché en su momento con "Sobre héroes..." Creo que para cada libro hay un momento. Ya llegará y por supuesto que lo discutiremos. (Propongo el mismo menú de desayuno a modo de ritual)

Creo que llegó el momento en el cual empiezan a irse los personajes y figuras que marcaron nuestra infancia, adolescencia y lo que viene...
Pero aunque doloroso, no hacen más que afirmarse para siempre.
Sí, como una especie de tatuaje.

Y que llorar, grabar esas charlar, tocar timbres, ¡no sean cuentas pendientes de mañana !

stephanie-* dijo...

Nunca me gustó lo poco que leí de Sábato. Más de una vez habré dicho que como novelista era un gran científico. Pero si logró generarte tantas cosas como para que escribas una crónica tan linda en su honor, algo debe tener este señor...

Fer Massa dijo...

Ante todo, disculpen la demora en la respuesta y gracias por los comentarios.

Lucas: totalmente de acuerdo, la verdad que no cuesta nada hacerlo y andá a saber qué puede pasar. Como mucho que te rajen a patadas, y ahí ya tenés una anécdota. "Eh yo lo fui a ver a Andahazi y me rajó a patadas"... jeje

Joaco: ves! este tipo de frases son las que me gustaban. Digo, es algo muy sencillo y que todos piensan pero que nadie lo dice. Y que sin dudas vale la pena discutir, y seguir discutiendo

Julita: creo que diste en la clave: por nuestra edad, la gente que nos marcó en la infancia y la adolescencia se va a empezar a morir, y tal vez sin darnos cuenta lo vamos a empezar a sentir.
Me acuerdo de una escena en Six Feet Under -vos y Lucas se van a acordar también- cuando Claire recuerda lo deprimido que estaba su hermano mayor con la muerte de Kurt Cobain, algo que en su momento ella no había podido comprender...

Steph: te soy sincero con algo. Hoy tal vez tenga una forma de leer un poco más crítica que años atrás. Por eso, cuando agarré Abaddón me di cuenta que antes que nada, debería tener por lo menos 100 páginas menos. Pero no se si vale el paralelismo, y se que abre otra polémica, pero me pasa algo como con Arlt en cierto punto. Creo que más allá de las formas, tuvieron algo que decir, y dejaron parte de sí mismos al hacerlo.

Juan Lorenzo dijo...

Fer, ¿cómo estás? La última vez que me metí, el blog no estaba actualizado. Me alegro que haya vuelto. Me resulta siempre agradable leer tus opiniones y comentarios, sobre todo sobre películas y literatura.
Lamento no haberme metido cuando murió Sábato, ya que me resultó muy difícil encontrar en los medios opiniones que reflejaran algo de lo que sentía ese día.
Aprovecho, un poco tarde, y siguiendo en parte a Joaquín, para dejar algunas frases que subrayé cuando leí “Sobre Héroes y tumbas”.
Recuerdo muy poco del contenido del libro, lo habré leído hace más de ocho años. Sí recuerdo que leí gran parte en un viaje en micro y que me causaba terribles pesadillas por las noches (vaya a saber por qué causa).
Comparto sólo algunas de las frases que tienen sentido por sí mismas, ya que muchas otras, descontextualizadas, hoy no sabría decir por qué las subrayé.
“Creo que la verdad está bien en las matemáticas, en la química, en la filosofía. No en la vida. En la vida es más importante la ilusión, la imaginación, el deseo, la esperanza. Además ¿sabemos acaso lo que es la verdad?”
“…si es cierto, como afirma Platón, que la sabiduría nace del asombro, no es menos cierto que el asombro muere con la sabiduría.”
“…ya que cuando enjuiciamos nuestra propia existencia inevitablemente ponemos en juicio a la humanidad entera. Aunque también podría decirse que cuando empezamos a juzgar a la humanidad entera es porque en realidad estamos escrutando el fondo de nuestra propia conciencia.”
No sé si las primeras frases reflejan lo que voy a decir, pero tanto en Sábato, como en casi todos los escritores “sabios” (la mayoría ateos o agnósticos), podemos encontrar una gran tensión entre sabiduría y felicidad. Por eso, cada vez que muere un “sabio” escritor, me queda la sensación amarga de que se va alguien que, de tanto ahondar en el alma humana (o de la humanidad), sus miserias y sus virtudes, termina desalentándose en su propia búsqueda de la felicidad.

Espero que mi comentario, que ya es tardío, no sea también largo y aburrido.

Abrazo grande,

Juan Lorenzo.

Fer Massa dijo...

Juan! Qué bueno leerte por acá. La verdad, que sí, últimamente me está costando mantenerlo actualizado al blog. Lleva tiempo y esfuerzo a la larga, pero bueno como habrás visto sigue vivo jeje.
Y me alegro mucho, de verdad, que te haya gustado este post. Y más que te hayas visto reflejado. La verdad que lo escribí sin pensar, y apenas lo corregí.
Y por los recuerdos que te generó (genial lo de las pesadillas) y por las frases que transcribiste veo que este tipo nos dejó mucho. Yo también vi en él esa sabiduría de la que hablás, una sabiduría más de vida que de escritor. Algo más humano y profundo, tal vez menos técnico y artístico. Ese dolor real, sin sentimentalismos ni exageraciones. Alguien valiente, ¿no?
En fin, te agradezco mucho el comentario y la lectura detenida. Estos comentarios, al igual que los que dejaron los chicos arriba, son los que hacen que el blog también siga teniendo vida a pesar de las pocas entradas.
Un abrazo grande y a ver cuando nos vemos más allá de la internet.