miércoles, 25 de mayo de 2011

Le quattro volte: dejarse llevar por los sentidos

Nota previa: las dos últimas películas que fui a ver al cine son la tailandesa y gandora de la Palma de Oro en Cannes El hombre que podía recordar sus vidas pasadas y ésta, la italiana Le quattro volte. Y si bien son películas diferentes, que hablan sobre cosas diferentes, la forma narrativa no lineal y su hermetismo (aunque sea prima facie) al menos me sirven para hacer una contraposición en este blog. Por eso antes de leer este post recomiendo leer Cine que no te entiendo, una crítica de Lucas Bertellotti sobre la tailandesa donde me sentí absolutamente reflejado como espectador.


Las circunstancias fueron similares: el cine Arteplex de Belgrano, un lunes a la noche, y un público que podía contarse con los dedos de las dos manos. La primera contraposición, 100% fáctica: en la tailandesa la mitad del público se levantó y se fue; con la italiana, los seis que estábamos en el cine no nos movimos de nuestros lugares hasta que terminaran de caer todos los créditos. Hasta acá, al menos la estadística nos juega a favor.
Antes de ir a ver una película al cine, por más que uno pueda intuir algo de lo que va a encontrar en la pantalla, trato de no leer nada. Ni sinopsis, y menos una crítica. Me conformo con meterme en IMDB o en Cines argentinos y ver qué puntajes le dieron acá y afuera. Que la película sorprenda nomás.
Así lo hizo Le quattro volte, que cuando todo indicaba que íbamos a presenciar la historia de  un anciano pastor de cabras que luchaba contra una neumonía mientras paseaba su rebaño desde las calles de un pueblito medieval de Calabria hacia el corazón de los montes, caímos en la cuenta que ese era tan sólo uno de los cuatro ciclos que se narrarían.
Porque, justamente, la película habla de eso: de los ciclos. El de la vida de los seres humanos, los animales, los vegetales y los minerales. De cómo la causalidad juega un rol preponderante en el devenir de las cosas, de cómo una cosa lleva a la otra, de cómo estamos interconectados con la naturaleza, de cómo, en algún punto, todos formamos parte del universo.

Le quattro volte de Michelangelo Frammartino

Si esta es una interpretación o lo que realmente cuenta la película tampoco importante tanto. ¿Por qué? Porque es un film que se puede percibir con todos los sentidos sin necesidad de interpretaciones. Las imágenes son tan hermosas y sugestivas que hablan por sí solas. Si uno se deja llevar puede conectarse con una atmósfera de armonía y paz. ¿Quién hubiera imaginado que ver cómo interactúan unos cabritos dentro de un galpón mientras no están las cabras adultas pudiera resultar tan divertido como bello? ¿O que la primera salida al monte de uno de esos cabritos junto a los adultos, y que no les pudiera seguir el paso y se perdiera en medio del monte, resultara la poderosa imagen del paso de la niñez a la adultez reflejado por la misma naturaleza? Y que frente al frío, se acovachara en un altísimo pino que luego sería cortado por los hombres del pueblo para un ritual pagano, y que el pino... no, no voy a contarles más. Prefiero que se dejen llevar ustedes mismos.
En la película no hay diálogo ni música, tan sólo el sonido ambiente. La cámara se aleja o se acerca según las necesidades narrativas. Es un espectador pasivo que se va enfoncando en distintas historias: la del anciano, la de un perro, la del rebaño, la de un árbol. Y que nos hace reír, emocionar, reflexionar.

¿Y por qué la contrasto con El hombre que podía recordar sus vidas pasadas? Quizá porque en el mundo del cine hay una idea generalizada de que a quien no le gustan este tipo de películas es por falta de amplitud de criterio, o de sensibilidad, o de necesitar, como bien dice Fernando López en su crítica de Le quattro volte, "un cine que nos lleva de la mano y nos entrega todo procesado como a criaturas incapaces de valerse por sí mismas".

El hombre que podía... de Apichatpong Weerasethakue 

Y no es así. Por lo menos en lo que a mí respecta, El hombre que podía recordar sus vidas pasadas no me gustó no porque no la entendí, sino porque hubo pasajes que me aburrieron, porque el hombre mono me parecía salido de una peli de terror clase B, porque hubo imágenes que me resultaron incoherentes (salvo que fuera una peli surrealista y nunca me haya dado cuenta), porque me la imaginé como el intento de llevar una película animada de Mishazaki a la televisión, eso sí con poco presupuesto y de manera liviana. 
En fin, podría seguir enumerando cosas que me gustaron en una y en otra no. Que podrán ser refutables, pero que quieren transmitir cómo dos películas poco accesibles pueden generar sentimientos tan disímiles. Al menos, para los que fuimos a verlas y compartimos esta visión.


2 comentarios:

David Cotos dijo...

esa película tailandesa ha concitado mi atención.

Sex Shop dijo...

Muy buenooooo!!!!!!!!!!!