lunes, 5 de abril de 2010

Reflexiones desde el balneario

Ya lo saben: Semana Santa es una buena oportunidad para escaparse. Y Valeria del Mar una opción accesible y tranquila.
Si bien está empotrado en medio del ruidoso Pinamar y el exclusivo Cariló, aún su estructura y su gente no se ha contagiado de los aires de sus vecinos linderos. O al menos, no del todo por el momento.
Por una cosa u otra, terminé un par de veces en Cariló. Por amigos, conocidos o taxistas, me enteré de algunas curiosidades que, de alguna manera, pintan un poco la idiosincracia del lugar. Y, por supuesto, me ahorran de hacerlo a mí.

Bienvenidos a Cariló: nadie puede quejarse de que su llegada a esta pintoresca ciudad balnearia pase desapercibida. Al contrario, en la entrada una garita de madera cobija al guardia policíaco de turno que te pedirá el documento y te preguntará a qué responde tu visita. ¿Country? ¿Barrio cerrado? ¿Barrio abierto pero cerrado? No se cuál es la condición para ser parado o para poder seguir de largo. Sí se que a dos chicas de quince años en bicicleta les han preguntado si eran de ahí o si iban a visitar a alguna casa (?); y a un joven de unos veinte años que llegaba al volante de su auto, lo pararon para que mostrase los documentos y para pedirle que por favor se ponga la remera. Parece que andar en cuero por ahí, no da.

Acá, no necesitamos cloacas: ¿Que los vecinos de Cariló no c...? Nooo, entendieron mal. Sí, sí lo hacen. Pero por una cuestión de mantener lo natural del lugar, así como no tienen alumbrado público, también se resisten a un sistema de cloacas. Miro al mar y medito entonces, que debajo de cada mansión, debajo de cada familia numerosa, debajo del garage con el cuatri, el jet ski y la 4 x 4, hay un enorme pozo de mierda.
Pero atención: parece que los vecinos pusieron los pies sobre la arena y convinieron que se empiecen las obras para encloacar el barrio. Así al menos, lo decía un cartel. Era hora, muchachos.

In God we trust: lo más interesante que escuché de Cariló, además de un par de restaurants que valen mucho la pena, es la historia de un Cristo esculpido a mano que cuelga de la iglesia del lugar. La obra se la encargaron a Gervasio, un artista de Madariaga. Un tipo muy talentoso, según cuentan, pero que se niega a salir del anonimato. Un tipo que anda todo el año en jardinero de jean y chancletas, haga frío, calor, llueve o truene. El escultor recibió un domingo de Pascua a las 9 de la mañana un tronco de quebracho enorme. Para las 6 de la tarde, el quebracho se había convertido en un Jesucristo crucificado de más de dos metros de alto. Todo tallado a mano. Una verdadera obra de arte digna de admirar.  
  

2 comentarios:

Julie dijo...

1) Me recuerdo en esa bicicleta. Hacía mucho calor y con 15 años, nunca supuse que había que identificarse para andar en bicicleta o para visitar a una amiga. Claro, yo estaba alojada en el modesto Valeria del Mar. Y no sabía todavía las diferencias entre lo común y lo exclusivo (¿o excluyente?). La diferencia entre lo público y lo privado estaba privado de razones, y bueno...era chica y hacía calor como para deternerse a preguntar.
2) Aunque mucho quizás no tenga que ver, hay una frase relacionada al consumo y la m*****, que puede explicar la expansión y auge de Cariló -además se que la frase te divierte-: "Coman mierda, millones de moscas no pueden equivocarse".
3)De acuerdo: altamente recomendable.

Fer Massa dijo...

Andá a saber qué delito iban a cometer esas pilluelas en bicicleta !?
Igual convengamos algo... que el bosque de Cariló es lindo, es lindo...