martes, 22 de diciembre de 2009

Maestros rurales, soldados de una guerra perdida. Día 2

Martes
Apertura de la sección Cultura en el diario La Nación: “Pocos días de clase en escuelas rurales”.
Un artículo hecho desde Buenos Aires, a partir del mismo informe de la Fundación Comunidades Rurales al que había tenido acceso yo. Y lo que me esperaba: Se cayó la nota de las escuelas rurales. Andá pensando en otra cosa…
Pero, ¿qué tenía que ver ese artículo de escritorio y encuesta, con la posibilidad de enfrentar tête à tête la realidad?
Rutz no contestaba.
La página del Servicio Meteorológico Nacional no mostraba tormentas en la zona.
Defendí el viaje, garanticé el artículo y reservé los pasajes: Retiro-Los Juríes, Añatuya-Retiro.
Por el lado de Maud, una inquietud:
—¿Pensaste cómo manejarte allá?
—¿Manejarme?
—Sí, por los caminos de tierra, de escuela a escuela.
—No. Pero calculo que me llevará Roque…
—Pero Roque tiene una moto. No se si podrá llevarte.
No pude saberlo. El no contestaba.
Tampoco me habían contestado en el Obispado de Añatuya. Llamé a eso de las 3 de la tarde para hablar con alguien. Pero una voz masculina y gruñona me dijo: “¿Te das cuenta la hora en la que estás llamando? Acá en Santiago se duerme la siesta”.
Seis de la tarde en la estación. Mochila, ansiedad y 36 horas para volver a Retiro con el artículo listo.
Una vez en el micro, le mandé un mensaje de texto a Roque Rutz, donde le avisaba que estaba en camino. Puse el despertador del celular a las 5 de la mañana, y rogué que el micro llegara antes de las 7, antes de que Roque y los maestros se perdieran por los caminos de tierra rumbo a las escuelas.

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