jueves, 22 de octubre de 2009

Esa famosa foto de Salinger


Hoy fui a tomar un café con un amigo, y palabra va palabra viene, se mechó el nombre de Salinger. Y me acordé de esta foto, y me dieron ganas de contar la anécdota que esconde, o mejor dicho, que muestra.
Para quien no lo conoce, J. D. Salinger es el autor de El guardián entre el centeno (o el Cazador oculto según la edición argentina que devoré varios años atrás). Un libro de esos que son bisagra, que te absorve de principio a fin, pero que después te larga ahí solito y medio confundido, aunque con la idea de que tarde o temprano la ficha que te metió adentro puede caer.
En mi caso, ese libro fue un viaje de ida: el año pasado le hice caso a J.I. Boido y me enganché con los 9 cuentos, de ahí pasé a Franny & Zooey, y terminé inserto en lo más íntimo de la familia Glass con Levantad, carpinteros, la viga del tejado y Seymour, una introducción.
Y hablando de viajes, Salinger hizo uno que fue un punto de inflexión en su vida: dejó New York y la exposición pública, para recluirse en una casita de Cornish, New Hampshire. Se cuenta que los lugareños protegen al ermitaño, y cuando algún periodista, fanático o curioso pregunta por él, ellos sólo muestran indiferencia.
Pero hay quienes no se satisfacen tan fácilmente. Uno de ellos es un fotógrafo que se acercó a Cornish con la idea fija de toparse con Salinger. "Tarde o temprano, va a tener que salir a buscar víveres", habrá pensado el tal Paul Adam. Y no se equivocó: el tipo se apostó en un auto, lo esperó a que saliera de un supermercado, y lo fotografió.

4 comentarios:

Julie dijo...

La historia es genial. Creo que la foto no pudo ser mejor. Y que el pueblo de Cornish lo esté "cuidando" como guardián, hace de Salinger el niño que corre entre el centeno, ¿no?
Las páginas te hacen caminar por Nueva York, te hacen mirar a tu hermana menor con más ternura (Phoebe es muy linda), te hace pensar -incluso después de terminar el libro- donde van los patos del Central Park en invierno, entre muchas cosas más. Me hizo reír mucho (sí, reís con Holden diciendo ¡jo!) y llorar.
Lo que no entiendo es como te puede hacer pensar en matar a Lennon.

Fer Massa dijo...

Sí, cuando escribía el posto lo pensé, de hecho.Me dije: ¿nombro a Chapman? Y dije, no. Lo de Chapman es como un caso aislado, raro, pero que no hace a la esencia de lo que Salinger, al menos para mí, es.

Anónimo dijo...

El guardían entre el centeno es un libro sobrevalorado y cuya fama se debe, más que al libro en sí, a los elogios que ha recibido, o a su papel en el asesinato de Lenon, o a su ermitaño y enigmático autor.

El problema con la literatura sagrada está precisamente en que a veces uno teme dar su propio juicio. Uno dice que el libro es fantástico porque no puede ser lo contrario si los monstruos de la literatura convergen en que es genial.

Entonces uno se acerca a estos libros con cuidado, pasiva y humildemente y decidiéndo de antemano que "el libro será bueno". Uno se convierte en una dócil oveja que asiente con el mundo.

La lectura verdadera es la lectura honesta, franca, descarada, y los libros buenos son aquellos que le hacen bajar la guardia a uno y que dejan una cicatriz en el corazón.

Pero, por supuesto, mi comentario no es más que una digresión, pues el tema es la foto y su historia.

Fer Massa dijo...

En líneas generales coincido con vos. Pero dudo que mi caso particular entre en la bolsa.
Yo leí este libro a los 18 o 19 por recomendación de un amigo. No sabía ni quién era Salinger, ni que era un autor de culto, ni que su literatura era considerada sagrada, ni que era un ermitaño ni lo que había pasado con Lennon y Chapman. Lo leí. Y me gustó. No se, recuerdo que me sentí dentro de una aventura, dentro de un viaje diferente al mío. Me decía cosas diferentes a las que me habían enseñado. El libro caminaba por una senda diferente a las que yo había conocido. Lo mismo me había pasado con Demian, lo mismo con Sobre Héroes y Tumbas.
Quizá, el año pasado cuando retomé Salinger sí estuviera más empapado sobre quién era o qué había hecho. Y me gustó tanto o más que antes. Sobre todo Franny & Zooey. Y la verdad es que ya con Seymour, una introducción no me pasó lo mismo. Ahí Salinger me ahogó, me saturó. Así que no estaría mal agarrarlo ahora, casi diez años después, y ver qué me genera.