miércoles, 25 de agosto de 2010

Un enviado suelto en Corrientes

Faltaban diez minutos para que comenzara Todos eran mis hijos. Una larga cola salía de la galería y se prolongaba por Corrientes hacia la esquina de Uruguay.
Decidimos no sumarnos aún, y con las impresiones en la mano, nos arrinconamos al costado de un kiosco de revista para decidir con cuál de los restaurants con descuento nos quedaríamos.
Mientras dudábamos entre alguno con 50% de descuento y algún otro que quedara cerca o de paso, pude observar de reojo un hombre que revoloteaba por ahí cerca. No estaba en la cola, miraba las revistas. Miraba las revistas -un salpiqué de fitness, porno, fetiche animado y novelas invendibles-, daba un paso hacia atrás, nos miraba, y volvía a mirar las revistas

Lo que estamos buscando
 está en nuestro interior.

Lo del restaurant no se hacía fácil. Pero la cola tampoco avanzaba. Con pasos milimétricos el hombre se alejaba de las revistas y se acercaba a nosotros. Lo miré con mayor detenimiento. Se parecía a Woody Allen; tal vez por su contextura física, tal vez por los anteojos que llevaba, tal vez por el ya nervioso y evidente movimiento de quien quiere decir o hacer algo y no se decide. Tenía una gran bolsa de plástico amarilla en la mano, pero no daba la sensación de ser ese todo su equipaje.


El sonido está dentro de ti.
El sentimiento está dentro de ti.

-Perdón -dijo finalmente-. Perdón que los moleste. ¿Están con algo importante?
-No, no. Ahora vamos a entrar al teatro.
-Ah. Les robo un minutito nada más. ¿A qué se dedican ustedes?
Nos miramos. Parecía inofensivo. Nervioso, pero inofensivo.
Yo le respondí.
-Ah, está bien -dijo-. ¿Deben tener Internet en su casa no?
Nos miramos otra vez.
Volví a responder. 
-Ah, entonces deben conocer a Maharaji -abrió su campera de nylon beige y sacó de un bolsillo interior una tarjeta. Pudimos percibir cierta excitación en su voz-. Este de acá es Maharaji -y señaló la foto de un hombre de rasgos orientales, vestido de traje, con una leve sonrisa y una mano abierta levemente alzada. "Lo que necesitas está dentro tuyo", decía una leyenda al costado.
Agarramos la tarjeta.
-Vieron qué violento y caótico está el mundo hoy, ¿no? -continuó-. Bueno, él Maharaji, nos va a traer la paz a todos -tras cada palabra se posesionaba más-. El no hace más que hacernos descubrir lo que hay dentro nuestro. Nos ayuda a descubrir la paz que todos necesitamos. Porque la paz que necesitamos se encuentra en nuestro interior. Y cuando el mundo esté en paz en su interior, el mundo estará en paz.

Date cuenta de lo que tienes
y ya no querrás más.

La cola comenzó a moverse.
Le dimos las gracias, y le dijimos que debíamos sumarnos a la cola ya.
Nos frenó.
-Esperen, esperen -dijo. Se lo notaba otra vez nervioso. Abrió la bolsa y empezó a revolver-. Tomen.
Era un DVD con la cara del tal Maharaji. Le dijimos que no, que muchas gracias. Pensamos que nos lo querría vender, pero enseguida lo aclaró.
-Se los regalo, es para ustedes. Véanlo y pásenselo a alguien más, por favor.
Insistimos en la negativa y nos fuimos al final de la cola. El, en su desesperación y cada vez más parecido a Woody Allen, nos siguió y comenzó a caminar a nuestro lado.
-Por favor, ténganlo es un regalo -dijo casi susurrante.

Mécete, mécete en el columpio del aliento.
Vuelve a ser niño otra vez.

No se lo aceptamos. Entonces comenzó a revolver la bolsa y sacó un pequeño librito, con un dibujo en rojo de dos espigas, una flor y una mariposa, con la leyenda "La canción interior".       
-Son algunas de sus enseñanzas, acéptenlo, por favor.
Lo aceptamos. Estábamos en la puerta del teatro ya. El nos miró con cierta satisfacción, y por lo que pareció, cierto alivio. Subimos el escalón de la galería mientras hojeábamos el librito, y retomábamos el tema de los descuentos. El enviado de Maharaji ya había desaparecido. 


4 comentarios:

Joaquín Bilbao dijo...

Comportamientos raros en la avenida de los teatros y los libros. Habría que ensayar una relación entre el porno y Maharaji. A propósito: ¿qué onda el DVD?

Julie dijo...

La deseperación que tenía ese hombre nos hizo pensar que:
1) el DVD no funcionaba
2) No había visto el DVD
3) No había entendido el DVD
4) No había entendido nada de nada.

No aceptamos el DVD, Joaco.

Al final, no aceptamos ser hijos del Maharaji. Preferimos ser hijos de Lito

:P

PD1: Gran obra.
PD2: Por momentos extraño el mundillo de la Calle Corrientes

Fer Massa dijo...

En una gran góndola de personajes, la avenida cCorrientes Joaco, tal cual. Y lo del DVD es como dice Juli: nunca lo aceptamos. Sólo el librito con sus enseñanzas. Lo curioso es que si bien bregaba por la paz interior se lo notaba re nervioso... raro... Igual me cayó super simpático el tipo

Joaquín Bilbao dijo...

Mis disculpas chicos, estaba quemado...