"Al desmoronarse el sistema medieval, se impusieron los dioses del Caos, la Demencia, y el Mal Gusto", escribía Ignatius Reilly en una hoja de sus cuadernos Gran Jefe, en el arranque del capítulo 2 de La conjura de los necios.
Y yo ayer fui cómplice del Mal Gusto, y no fue la primera vez. Ayer volví a ver a Anabella. Lo confieso: cuando hago zapping con apetito de tele basura, me quedo un buen rato en Crónica TV y dejo las entrevistas de la jermu de Ricardo García.
Porque no sólo son bizarras, también son divertidas. Y en ella y su programa destaco algo que repudio de otros: ella, así como existen los cazadores de talentos, es una cazadora de freaks. Y si bien no puedo dar fe que sea ella quien los descubra -tal vez una producción brillante hace el trabajo sucio-, los personajes que saltan de su trampolín, luego desfilan por todos los canales, de Del Moro hasta Marcelo, de Magazine hasta lo del tío Gelblung.
Ayer fueron "Las dagors", un trío de chicas rebosantes que, corpiño y pollerita, bailoteaban divertidas con las carnes al viento, al ritmo de cumbia y al acecho de posibles contrataciones.
"Ellas no bailan por un sueño, bailan por un sandwich".
"En sus presentaciones hacen un sorteo y el ganador puede elegir entre un pico o que se le siente alguna de las chicas un ratito arriba. Y todos eligen un pico".
Representante de las Dagors dixit.
Pero así como ayer fueron las dagors, anteayer lo fue Zulma Lobato, o la resucitación de la Momia que daba en vivo su número de celular, el de su casa y su mail. No se sabe bien para qué, pero lo hacía al fin.
Anabella es la reina de lo bizarro. Despertó el fenómeno Zulma Lobato, llevó al debate a los Grosos y los Trozos, hizo cantar al cartonero de pelo platinado. Y sí, Tinelli también lo hace. Pero él no es su rey. El los usa. Anabella los erige.
Y qué festín se daría la fotógrafa Diane Arbus ahí en Crónica TV de estar viva.
Y si no miren estas fotos. ¿No se los imaginan entrevistados por Anabella?
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