lunes, 7 de diciembre de 2009

Cuerdas rotas: la fragilidad de lo cotidiano

El sábado a la noche fui para Lomas de Zamora a la entrega de premios del concurso Macedonio Fernández, con la satisfacción garantizada de antemano: el premio lo recibía mi amigo y primer maestro literario, Alejandro Tloupakis.
Y no sólo eso: la premiación venía de la mano de la publicación de su primer libro, Cuerdas Rotas.
El primer libro. Apenas vi las ediciones ahí sobre una mesa, agarré uno y miré el índice. Nueve cuentos, como los que alguna vez escribió Salinger. Nueve cuentos hechos libro. Cuentos que había leído o escuchado alguna vez. Como "Parábolas", uno de mis favoritos, años atrás con Fede Pera, compañero de ruta literaria, y Ale en una mesa de pizza y cerveza, a la sombra de la Iglesia Redonda en un rincón de Belgrano. O el privilegio de conocer "Emilse" en el refugio literario del autor, allá por Boulogne. O "Ciudad Feliz", "Comprar una lámpara" y "Tachaduras" en la computadora del maestro Di Marco en el taller de Palermo, cambiando palabras, estructuras o adjetivos, pero que ya venían con el alma intacta.
Y esos cuentos, dispersos alguna vez, ahora son uno. Tienen un título sugestivo, tapas azules como aquel libro propiedad de Adán Buenosayres, y una foto que tanto podría ser el traste de un instrumento de cuerda, como una ventana de una casa desde la que se puede ver la luna llena y esa etérea luminosidad que fluye a su alrededor.
Y para qué negarlo: ver los cuentos hechos libro, despierta la imaginación, la ilusión, el anhelo de que un día tal vez aparezca, con otro título y otra cubierta, el libro propio.
En fin, aprovecho para recomendarles la lectura de Cuerdas Rotas. Son historias sencillas que muestran con intensidad lo frágil de lo cotidiano, lo fina que es la cuerda que sostiene tanto la armonía como la desgracia. A veces esa cuerda se rompe para arreglar. A veces, para desatar el desastre.
Si se lo cruzan en alguna librería, no lo duden. Vale la pena. Hacer el recorrido por esos cuentos, entristece, emociona, redime.
Y acá me tomo el atrevimiento de presentar un pasaje, de hecho el comienzo, de uno de mis cuentos favoritos que se llama "Parábolas". Trata sobre lo que le pasó a un maestro de literatura allá por diciembre de 2001, en los alrededores de una plaza, cuando la economía puso un país en guerra por unas largas horas.

"Una bala en el cráneo.
Sí, tengo una bala en el cráneo.
No la invité a pasar, entró sin aviso.
Soy su obligado anfitrión, y ella mi huésped.
De que se sienta cómoda, de que no intente buscar otra posición o mudarse, depende mi vida."

2 comentarios:

Julie dijo...

Altamente recomendable, coincido. Y una alegría como lomense que haya sido ganador un amigo del Anecdotario Colectivo (otro ganador, pero en otra jurisdicción -alguien tenía que decirlo- :P)

Fer Massa dijo...

Sí, sí es verdad. Respecto al premio que obtuvo la casa estoy simplemente esperando que el sitio de la Di Tella suba el cuento y ahí, entonces, pondré el link. ;)