Por una nota que tenía ganas de escribir hacía rato, la semana pasada me pude pegar una escapada por la ludoteca del barrio San Jorge, en San Fernando.
Pero antes: ¿Qué es una ludoteca?
Pero antes: ¿Qué es una ludoteca?
Bueno, según la ONG Potencialidades, una ludoteca es un espacio para que los chicos puedan jugar, y en este caso con el plus de que apuntan a la contención social.
Es decir, apunta a eso de que si a un chico le das un poco de bola, le tirás una pelota para que juegue y después un vaso de leche con unas galletitas, va a ser niño nomás. No hay arma ni droga que pueda contra un poco de cariño, una pelota y un buen plato de comida.
Y de alguna manera, aunque fuera por un par de horas, lo comprobé.
Cuestión que querían que 'el profe', jugase a la pelota con ellos. El profe, en este caso, era yo. Bueno, al menos después de medirme un poco, chuzarme y hacerme cuernitos en cada foto que sacábamos. Es que llevé la cámara, y sí: fue sensación. Foto acá, foto allá, y una chiquita re linda de unos 8 o 9 años, con el pelo castaño claro y súper lacio, que llevaba un conjuntito rosa me la pidió. No dudé en dársela: estaba como loca.
-¿Puedo sacar una? -me dice.
-Sí, tomá -le digo y se la doy.
Ella se va corriendo y se la muestra a una amiguita. La otra nena posa, y ella le saca una foto.
Al toque me mira y me dice:
-¿Puedo sacar otra más?
Le digo que sí y la sigo con la mirada. Ella se junta con dos más y se siguen sacando fotos. Se ríen, posan, juegan. Están felices con la cámara.
-¿Vas a jugar, entonces? -me dice un chico de unos 7 años, de pelo negro con las puntas de adelante teñidas de rubio, al mejor estilo Palermo unos años atrás.
-Sí, sí -le digo.
-Y vamos -me dice él-. Ya se están yendo para la cancha los chicos.
Efectivamente, a unos metros dos colaboradores con una decena de chicos caminaban por uno de los pasillos del asentamiento hacia el potrero. '¿Y la cámara?', pensé.
La chiquita ya no estaba en el patio delantero. 'Se habrá ido para adentro a mostrársela a María, la coordinadora', me dije.
Y dudé unos segundos, pero me agarraron de la mano, y cuando me di cuenta ya estaba parado en la cancha esperando a que los que hacían pan y queso me eligieran.
Unos treinta chicos, tres equipos, un potrero y un fallido intento de relleno sanitario a los alrededores.
El sol da de lleno, la tierra se levanta con cada cruce, patada y pelotazo. Los más chiquitos se cruzan cuando pueden, los adolescentes manejan el partido, y los grandes metemos algún que otro cabezazo... y patada: un petiso me clava un amague agüeresco, y yo dejo la patita. El nuevo -yo- acaba de meter una patada en mitad de cancha. El chiquito, en el piso, se revuelca sobre la tierra. Culpo a mi jean que no me deja mover bien, elogio el amague, me auto amonesto y logro hacerlo reír. El chico me perdona, se sacude la tierra, y se prepara a patear el tiro libre.
Así pasan tres partidos. Se gana y se pierde, hay peleas, hay festejos, se mete mucho, se gritan goles y se atajan penales. En el potrero, todos se juegan la vida.
Ya son las 6 y media, llevamos jugando más de una hora, y por las últimas casas de la barriada, se asoma una colaboradora con un grupo de chicas.
-¡A tomar la leche! -gritan-. ¡Es la hora de la merienda!
-Gol gana- grita uno.
-Sí, gol gana -repite otro, y la pelota sale a metros de la piedra que hace de poste.
Y la chiquita vestida de rosa aprovecha el parate momentáneo y se mete a la cancha. Corre mirando hacia adelante. No le da bola al 'salí nena' de los chicos. Corre y se viene hacia mí. Y me se cuelga de mi pierna y me abraza. No deja de abrazarme.
Después mira hacia arriba y me dice:
-Gracias por prestarme la cámara.
La miro: se sonríe como pocas veces vi a alguien sonreír. Y pensar que simplemente le presté una cámara de fotos.
-María nos la sacó. Dijo que la íbamos a romper.
Otra nena que también se metió en la cancha se queja. Me pide que le diga a María que se las devuelva.
Me sonrío y les digo que hay que hacer lo que dice María. Que termino de jugar a la pelota y voy para allá.
Y ellas se van corriendo. Siguen contentas.
Nosotros jugamos unos minutos más. Meto un cabezazo cerca del palo. Y nada más.
Nos volvemos a la ludoteca, y uno de los chicos se me cuelga sobre la espalda.
-Caballito profe, me dice.
No doy más, pero lo subo y rezo por no caerme mientras bajo el montículo de tierra que lleva de vuelta al barrio.
En la ludoteca busco mi bolso, y encuentro la cámara ahí adentro. Eso sí, con algunas de estas fotos nuevas.
4 comentarios:
"And that, y'know, children are the only ones who blush!", dice Lou. Lindo es poco y hace sonreír y emocionarse un poco.
Gracias porque ya empezó lindo el domingo.
Chapeau!
:)
No, no, no. Me emocioné. Solo quiero decir que sos como creía. Un buen tipo.
Lograste hacer sonreir a varios niños y que sólo se dieran cuenta unos pocos.
Seguro que ahora creciste dos metros.
;)
Qué lindo comentario, Pipa. Sos lo más! Te mando un beso grande, y pasate cuando quieras :P
Muy bueno, joven Massa. Ja, o, mejor dicho: muy logrado -como diría el hombre de la tinta verde-.
Logrado, sí, porque creo que no es fácil generar este tipo de textos, en los que se emociona... sin hacer algo excesivamente dulce o meloso.
Para lograrlo, sólo hay una receta: sinceridad. Transmitir lo que uno sintió.
Y un requisito: conocer el lenguaje tanto, como para que eso que se sintió pueda llegar al otro sin demasiadas distorsiones.
Lo felicito!
Publicar un comentario