Julieta vuelve del trabajo en el 108. En la parada de Retiro se suben alrededor de 20 estudiantes de un colegio privado. Estarán en 4º o 5º año. Gritan, corren por el pasillo, se pelean por los asientos del fondo. Con los celulares musicalizan el colectivo con cumbia y reaggaeton.
Ella busca en la cartera los auriculares del mp3. No están. Que paja.
Un chico con bufanda al cuello y campera inflada se ubica en el primer asiento de la fila de dos, de espaldas al chofer y en diagonal a ella. Ella piensa que tiene cara de ñoño, y que la madre debió haber metido mano con tanto abrigo en pleno octubre. Sin embargo, percibe una actitud pilla en él, lo ve con ganas de hacer una maldad. Y efectivamente, antes de que la maestra suba, el pibe mete un ruidoso y suculento escupitajo en el medio del pasillo.
El chico busca la palmada, el "grande che", pero nadie le da bola. Julieta le clava la mirada. El se anima a mirarla, pero enseguida se pone colorado y desvía los ojos hacia la ventana.
-¿Le hago fuck you a esa vieja? -dice uno sentado detrás de ella.
-Pará, no bardees -dice otro.
Cuando el colectivo agarra Las Heras y pasa frente a la Facultad de Ingeniería, el del fuck you pregunta si ya llegaron a Luján. Esta vez, ella se ríe.
Uno de los chicos parece acordarse de su profesora, una cincuentona de aspecto varonil que viaja colgada del caño, y le grita:
-Che, profe ¿se quiere sentar?
-No -dice la mujer-. Estaré vieja pero no soy discapacitada.
1 comentario:
Esta vez, la penitencia y las orejas de burro van para la profe.
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