jueves, 8 de octubre de 2009

De tal palo tal astilla

Julieta vuelve del trabajo en el 108. En la parada de Retiro se suben alrededor de 20 estudiantes de un colegio privado. Estarán en 4º o 5º año. Gritan, corren por el pasillo, se pelean por los asientos del fondo. Con los celulares musicalizan el colectivo con cumbia y reaggaeton.
Ella busca en la cartera los auriculares del mp3. No están. Que paja.
Un chico con bufanda al cuello y campera inflada se ubica en el primer asiento de la fila de dos, de espaldas al chofer y en diagonal a ella. Ella piensa que tiene cara de ñoño, y que la madre debió haber metido mano con tanto abrigo en pleno octubre. Sin embargo, percibe una actitud pilla en él, lo ve con ganas de hacer una maldad. Y efectivamente, antes de que la maestra suba, el pibe mete un ruidoso y suculento escupitajo en el medio del pasillo.
El chico busca la palmada, el "grande che", pero nadie le da bola. Julieta le clava la mirada. El se anima a mirarla, pero enseguida se pone colorado y desvía los ojos hacia la ventana.
-¿Le hago fuck you a esa vieja? -dice uno sentado detrás de ella.
-Pará, no bardees -dice otro.
Cuando el colectivo agarra Las Heras y pasa frente a la Facultad de Ingeniería, el del fuck you pregunta si ya llegaron a Luján. Esta vez, ella se ríe.
Uno de los chicos parece acordarse de su profesora, una cincuentona de aspecto varonil que viaja colgada del caño, y le grita:
-Che, profe ¿se quiere sentar?
-No -dice la mujer-. Estaré vieja pero no soy discapacitada.

1 comentario:

Julie dijo...

Esta vez, la penitencia y las orejas de burro van para la profe.