Sólo se que el chico tiene 10 años. Pero pongámosle un nombre: Fernando. Podría ser cualquier otro, pero vamos a llamarlo así.
Fernando hace poco estuvo en el Hospital Fernández. Una fatalidad: un disparo le entró por la sien y le salió por el otro lado de la cabeza. No lo mató, pero le reventó un globo ocular y le dañó el nervio óptico del otro. Fernando quedó ciego.
Las circunstancias del disparo son confusas. Lo que no es confuso, es que él se dedica a robar. En eso estaba el día de esta fatalidad.
Pero volvamos al Fernández.
Fernando esperaba a la enfermera sentado en una camilla. Su padre estaba sentado al lado suyo. La enfermera entró, saludó y dijo que pasaba a revisar al chico.
Fernando esperaba a la enfermera sentado en una camilla. Su padre estaba sentado al lado suyo. La enfermera entró, saludó y dijo que pasaba a revisar al chico.
Ella comenzó con lo suyo: el estetoscopio, el pulso, etc. Y en eso siente una mano que se escabulle entre los bolsillos de su ambo. Eran las manos del pequeño. Debía buscar algo...
-¡Fernando! -reaccionó el padre-. A ella no.
Y Fernando enseguida le hizo caso. "Es la costumbre, papá", habrá pensado el chiquito.
4 comentarios:
Es terrible que siendo tan chico, ya tengo un instinto tan feo, y que no conozca ningún tipo de límite.
Son esas anécdotas que mezclan -de una forma muy rara- algo terrible y algo tierno.
Pero hay que contarlas.
Sí, es difícil. Es un debate infinito creo... ¿De quién es la culpa? ¿El nene, los padres, la sociedad, el sistema? Calculo que será compartida, pero habría que buscarle una solución de alguna manera.
¿Es ficción o un hecho? La historia es buena.
Es un hecho real. Me llegó por una amiga de mi novia que trabaja como médica en el Fernández. Todas las entradas etiquetadas como crónicas urbanas son hechos reales. Obvio las fuentes, no porque no existan sino para darle más soltura al relato y más informalidad a los textos. Algunas me pasaron a mí, otras me las cuentan.
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