Principios de los 60'. Años después de la WWII, el mundo se divide en dos. El oriente es la amenaza comunista, mientras en occidente se vive el sueño americano. Y New York, es el epicentro de este imperio "perfecto".
Bajo la conducción del héroe estratégico de Normandía, el republicano Dwight Eisenhower, los americanos viven felices. Un trabajo muy bien pago en la ciudad, una casa con techo a dos aguas en los suburbios, una bella esposa que se dedica a las tareas domésticas, dos o tres hijos que juegan con el perro Bobby en el parque de la casa y muchos electrodomésticos. Y eso no es todo: trajes oscuros y elegantes sombreros se suben todos los días a la misma hora en el tren, donde abren el diario, fuman cigarros y conversan sobre su porvenir.
Empresarios, publicistas, accionistas, agentes de bienes raíces, toman whisky en la oficina y martinis en los bares de la Big Apple.
Todos sonríen, todo luce perfecto.
Esa es la América de Mad men. La de las oportunidades,la de los rostros perfectos, la del consumo, la moral y las buenas costumbres republicanas. Pero eso es sólo el escenario de las vidas de un grupo de creativos publicitarios de la firma Sterling-Cooper con torre en Manhattan. Allí, el genio publicitario Don Draper y su equipo de trabajo idean las estrategias más originales para vender el mundo y la felicidad a los miles de potenciales consumidores. Pero como bien lo ha mostrado John Cheever en sus cuentos -recomiendo entre otros El nadador-, mucho de lo que se ve es sólo maquillaje. Detrás de cada sonrisa se esconde un mundo de mentiras, ocultamientos y disfuncionalidades. El machismo arrasa con las secretarias, la mujer busca liberación con la píldora anticonceptiva en la cartera, y la ama de casa no es tan feliz con todas sus posesiones como parece. Mientras tanto se asoma Kennedy en la TV, los hippies se reúnen a crear y volar en cuartuchos y sótanos, y el cuadro de la casa perfecta y la familia perfecta se resquebraja tras cada capítulo de esta serie.
Esa es la América de Mad men. La de las oportunidades,la de los rostros perfectos, la del consumo, la moral y las buenas costumbres republicanas. Pero eso es sólo el escenario de las vidas de un grupo de creativos publicitarios de la firma Sterling-Cooper con torre en Manhattan. Allí, el genio publicitario Don Draper y su equipo de trabajo idean las estrategias más originales para vender el mundo y la felicidad a los miles de potenciales consumidores. Pero como bien lo ha mostrado John Cheever en sus cuentos -recomiendo entre otros El nadador-, mucho de lo que se ve es sólo maquillaje. Detrás de cada sonrisa se esconde un mundo de mentiras, ocultamientos y disfuncionalidades. El machismo arrasa con las secretarias, la mujer busca liberación con la píldora anticonceptiva en la cartera, y la ama de casa no es tan feliz con todas sus posesiones como parece. Mientras tanto se asoma Kennedy en la TV, los hippies se reúnen a crear y volar en cuartuchos y sótanos, y el cuadro de la casa perfecta y la familia perfecta se resquebraja tras cada capítulo de esta serie.
Calificación: altamente recomendable.
6 comentarios:
En una época donde el objeto crea la necesidad pero no las satisface.
Quiero seguir viendo esa buena estética, esa recreación de época, y algún machista irritante.
No sabía cuándo poner play al segundo capítulo.
Ahora ya se.
I>
PLAY
Me fui!
¡Bien hecho! Además es una excelente forma de gambetear el domingo.
http://www.youtube.com/watch?v=KcmM7Jh2Y3k
Genial ese Draper-Homero!
Otra producción agendada en la lista Consumos culturales 2010. Bien ahí con la recomendación.
Nunca mejor utilizada la palabra consumo para esta serie. Y conociendo tu debilidad por los 60', no dudo que te va a partir la cabeza.
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